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El directorio web www.vive-santa-elena.com, en la noche silletera desde la vereda San Ignacio.
Disfrutando de la amable y cálida compañía, principalmente del colorido y precioso trabajo de las familias de los silleteros:
Ivan Dario Vargas Botero.
Dora Hincapie Zapata.
Orlando Londoño Atehortua.
Destacando a la pequeña Valentina, Quien mañana también participará en el desfile, la niña con 10 años de edad es bisnieta del difunto y siempre celebre “Don Candelario”.
Junto a ellos y muchos otros silleteros de San Ignacio, hemos descubierto el origen, la verdad, la otra cara de la moneda; una fiesta silletera totalmente genuina, en este lugar se vivencia una energía pura, sin pretensiones ni sofismas, que nos conecta con la tierra y nos traslada mágicamente a nuestros orígenes.
Aunque los visitantes se ven descender por las colinas y alrededor se calienta la atmósfera, con la promesa de una gran rumba en la vereda.
Estamos Inmersos en un momento de paz, tenemos el privilegio de atestiguar un ritual muy diferente a los demás eventos y festejos de la feria.
Los silleteros en comunión y cooperación absoluta con su colegas, amigos y vecinos, se entregan al armado de sus silletas en medio de una melodía de color, textura, deliciosos aromas, alegría, historia, tradición, ante todo muchísimo amor y orgullo por la cultura silletera con todo lo que representa para su estilo de vida. Emociones que también se perciben en la generalidad de la comunidad en la vereda San Ignacio en Santa Elena.
Estos amados, heroicos personajes que entre risas, historias, homenajes y nostalgia por los que ya partieron, sin dejar nunca su gran concentración. Entregan todo para hacernos sentir en casa, con lo que develan su gran generosidad, la que se requiere para entregar a una ciudad y un país el sacrifico de llevar esta gran carga a cuestas por las calles de Medellín, solo para regalarnos mucha alegría y orgullo a todos los colombianos.
Silleteros quienes en medio de las preguntas, cumplidos de los visitantes y turistas a quienes permiten entrar a sus casas como si fuesen sus mejores amigos, en ningún momento reclaman protagonismo, mucho menos dinero. Siempre con humildad dejan que sus silletas «hablen» y narren su propia historia, permitiendo en perfecta comunión con su tradición que sus obras de arte vivo, sean las estrellas que brillan en la noche silletera.
